Unas 6.000 hectáreas de cultivos resultan dañadas en Extremadura por las lluvias y desembalses

Son las primeras estimaciones de Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura, que destaca la preocupante situación por coincidir con el inicio de campaña de muchos cultivos

Aproximadamente 6.000 hectáreas de cultivos han resultado afectadas en Extremadura por las incesantes lluvias y las inundaciones por los desembalses de los ríos, según las primeras previsiones realizadas por Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura.

Los servicios técnicos de la unión cooperativa extremeña han realizado un informe para evaluar los daños ocasionados en las distintas producciones y zonas por las intensas y persistentes lluvias de las últimas semanas. No en vano, marzo ha sido el mes más lluvioso de los registrado en Extremadura, con una media de 21 días con precipitaciones, lo que ha provocado que se hayan recogido hasta cinco veces más de lluvia.

Las incesantes lluvias y las inundaciones por los desembalses de los ríos han ocasionado cuantiosas pérdidas en el campo, si bien aún es pronto para evaluar la totalidad de los daños, porque a día de hoy todavía hay parcelas que continúan inundadas.

En este sentido, hay que tener en cuenta que el momento en el que se han producido las inundaciones han provocado cuantiosas pérdidas directas, como arranque y muerte de plantaciones, daños en infraestructuras, arrastre de canales y acequias, desaparición de caminos, carreteras, instalaciones de riego, etc. Pero hay otros, que se podrían denominar daños indirectos, de difícil cuantificación como son los daños parciales en plantaciones de frutales, que en estos momentos estaban floreciendo, o el arrastre de la tierra arable, retrasos en las siembras de los principales cultivos de la región, imposibilidad de cumplir los contratos de siembra establecidos con las industrias en algunos cultivos como la patata, etc.

Los cultivos más afectados han sido las plantaciones de frutales, en distintos grados. Los desbordamientos de ríos han provocado el encharcamiento de muchas parcelas, que estaban en estado de avanzada floración o en los primeros momentos del cuaje. Existen parcelas de todo tipo, parcelas donde el río ha arrancado los árboles y se ha llevado parte o toda la tierra arable; parcelas donde, como mínimo, será necesario cambiar todos los equipos de riegos y goteos, hasta parcelas que después de ser inundadas han tenido que enderezar los árboles y limpiarlos de los restos vegetales que arrastraba el agua. Además, no se han podido realizar los tratamientos adecuados, lo que podría provocar una eclosión de hongos que ligados a la humedad, recortarían la producción de la próxima cosecha de fruta.

Otra producción bastante afectada es el tomate. Aunque no se pueden constatar daños directos, salvo en algunos invernaderos, hay que tener en cuenta que a día de hoy, no se ha podido sembrar ni una sola hectárea de este cultivo, ni siquiera se ha podido entrar en las parcelas para realizar las labores necesarias para preparar la tierra, cuando lo normal es que en estas fechas se estuviera terminando de sembrar las plantaciones tempranas.

Esto está provocando que muchos agricultores estén reduciendo las hectáreas de tomates que tenían comprometidas con la industria. En algunas zonas se están produciendo reducciones de superficie superiores al 30%. Sin duda esto afectará negativamente a las industrias, que necesitan un volumen mínimo de tomates para hacer rentable su actividad, provocado por los altos costes fijos, de personal, energía, financiación y de amortización.

Patatas y brócolis todavía no se han podido sembrar, ni aplicar abonados y otros tratamientos, lo que complica la campaña agrícola para estos cultivos, provocando que los productores no puedan hacer frente a algunos contratos de compra de futuro que tenían formalizados con la industria o la gran distribución, con las consiguientes penalizaciones y pérdidas de mercados.

En otros cultivos como las siembras de otoño de espinaca, brócoli y patatas se han perdido las producciones debido a la persistencia de las precipitaciones e inundaciones.

Por otra parte, aparece el problema de la pérdida de tierra arable. El agua por los desembalses ha invadido de forma virulenta muchas parcelas arrastrando la tierra fértil, quedando solamente la suela de labor en el mejor de los casos, porque en otros ha depositado en las parcelas cantidades enormes de grava dejando inutilizadas las parcelas, o ha realizado auténticas pozas en medio de las tierras, que aún no se sabe la profundidad que tendrán. Todas estas explotaciones tendrán que asumir grandes gastos de nivelaciones y adecuación del terreno.

Con respecto a las infraestructuras, el agua ha provocado la "desaparición" de canales, caminos, puentes, desagües etc. El principal problema es la falta de tiempo para reaccionar y arreglar los canales de riegos, desagües, limpieza y acondicionamiento de parcelas.

En conclusión, es destacable el momento en el que se han producido las inundaciones, nunca había acaecido un daño tan enorme en el momento de la campaña en el que nos encontramos, momento en el que se tendrían que haber sembrado todos los tomates tempranos, estar terminando de sembrar los maíces, girasoles, garbanzos, guisantes, patatas, etc.

Los agricultores extremeños confían en que el año agrícola pueda salvarse aún si para de llover, aunque son conscientes de que el momento en que se han producido los daños les deja poco margen de maniobra para reaccionar y salvar todos los obstáculos, provocando un aumento de la incertidumbre sobre los daños presentes y futuros.

Unas 6.000 hectáreas de cultivos resultan dañadas en Extremadura por las lluvias y desembalses

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