Suma y sigue

Ahora mismo las perspectivas en el sector del arroz en Extremadura son nulas, con un panorama que resulta deprimente para los agricultores, para las cooperativas y para la industria arrocera de nuestra región y que puede llevar a una auténtica ruina si no se ponen sobre la mesa medidas específicas que palíen toda esta situación.

Decir que el sector agrario está sumamente preocupado por la falta de lluvias, por la situación de los embalses extremeños y por las graves consecuencias que todo esto va a suponer para esta campaña, es quedarse corto. La sequía nos va a castigar de una forma inesperada este año, después de que hayamos salvado dos campañas marcadas por la crisis económica derivada de la pandemia por COVID-19.

Ahora mismo las perspectivas en el sector del arroz en Extremadura son nulas, con un panorama que resulta deprimente para los agricultores, para las cooperativas y para la industria arrocera de nuestra región y que puede llevar a una auténtica ruina si no se ponen sobre la mesa medidas específicas que palíen toda esta situación.

Cierto es que puede que se siembren algunas hectáreas de arroz en ciertas zonas, pero se quedan en nada al compararlas con las 21.400 hectáreas que cada año se cultivan en Extremadura. Esto supone pérdidas que superan los  61 millones de euros, ya que perderemos 7.200 kilos de arroz producidos por hectárea con un precio medio de 400 euros por tonelada.

A ello hay que sumar el agravante con que se encuentran las cooperativas extremeñas, para las que el hecho de que no se produzca arroz en esta campaña va a ser un elevado coste, ya que no van a tener actividad económica en el secado de arroz ni en la venta de insumos como productos fitosanitarios o fertilizantes, entre otros.

Y suma y sigue, porque todo esto influye en la economía de nuestra región, teniendo en cuenta que una hectárea de arroz supone un gasto en el cultivo que ronda los 1.500 euros entre jornales e insumos. Y eso tampoco va a llegar al entramado productivo ni al económico extremeño.

La situación es muy grave, porque este año no tendrán producción las dos regiones productoras de arroz más grandes, que son Andalucía con 30.000 hectáreas y Extremadura con 21.400 hectáreas. Las consecuencias, más allá de tener una campaña perdida y del estrago económico que tendremos a todos niveles, hay que verlas también a largo plazo. Y esas van a ser que los compradores van a buscar otras vías de comercio y actividad, abriendo nuevos canales a la importación de arroz, con una calidad muy inferior a la nuestra, que nos puede perjudicar en los precios para los próximos años. Puede ser lo más deprimente, dentro de una situación ya deprimente.

La campaña de arroz se inicia en Extremadura a finales de abril normalmente y la siembra finaliza un mes después. Aún habría tiempo de plantearse el comienzo de esta campaña si lloviera, pero las perspectivas son malas por la situación en la que se encuentran los embalses extremeños, que es muy dramática.

Es más, aunque lloviera a lo largo de este mes de marzo, sería muy complicado que se planteara en Extremadura el inicio de la campaña de arroz, porque tendría que llover de forma continua y más de 200 litros por metro cuadrado para que se embalse agua. Sería la única forma en la que se podría aliviar esta situación tan grave como la que tenemos por delante y poder tener la esperanza de regar esta campaña. Si no es así, va a ser imposible plantearse el cultivo de arroz en nuestra región.

Todo ello justifica por sí solo que la Administración ponga sobre la mesa medidas concretas para que el sector no se arruine del todo, como por ejemplo que los agricultores cobren el pago único de la PAC, que ronda los 600 euros, aunque pierda el pago acoplado y el de producción integrada. Además, es necesario que se demore el pago de los préstamos que tienen los arroceros y que se bajen los módulos del IRPF. Las cooperativas también necesitamos ayudas, porque las del sector arrocero van a quedarse sin actividad y, por tanto, sin ingresos también.

Así que la sensación en el sector del arroz extremeño es ahora mismo deprimente, como decía, ante una situación que es de una gravedad extrema y en la que la única esperanza que tenemos ahora mismo es que se siga investigando en el cultivo, con variedades nuevas, más productivas y resistentes, que se podrían probar la próxima campaña si hay agua.

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