Comunicación

Las cooperativas estudian la Huella de Carbono en su producto agroalimentario

Un proyecto de Cooperativas Agro-alimentarias evidencia la preocupación de las cooperativas por el medio ambiente

El término Huella de Carbono se utiliza para referirse a la suma de emisiones de gases de efecto invernadero que se liberan a la atmósfera durante toda la cadena de vida de un producto. Este concepto está adquiriendo un gran protagonismo, por lo que Cooperativas Agro-alimentarias ha llevado a cabo la mayor prospección hasta el momento de huella de carbono en España.

El estudio que ha realizado Cooperativas Agro-alimentarias sobre la Huella de Carbono en el Producto Agroalimentario, ha involucrado a 18 cooperativas de 7 regiones diferentes y aportará información detallada sobre la formación de la huella de carbono en distintos productos agroalimentarios como naranjas, pepino, pimiento, melocotón, maíz, vino y queso de vaca.

En Extremadura se ha implicado a una cooperativa, en concreto la central hortofrutícola Crex, donde se ha realizado un estudio para diagnosticar las emisiones de huella de carbono de sus productos, utilizando como unidad funcional para ello la caja de 10 kilos de melocotón, en la que comercializa 865.000 kilos, el 10% de su producción de melocotón.

La Huella de Carbono es el sumatorio de emisiones de gases de efecto invernadero, tanto directas como indirectas, que se producen a lo largo del ciclo de vida de un producto. Conocer cuáles son los factores que más pesan en este sumatorio puede permitir tomar decisiones de optimización de esa parte del proceso o incluso de sustitución de tecnologías si es pertinente. Esta información cuantitativa, muy dispersa e incompleta en nuestro país, ayudará a las empresas agroalimentarias en sus decisiones y a las distintas administraciones en la conformación de políticas acertadas.

En las cooperativas

La huella aumenta según aumenta el proceso de transformación, siendo mayor la huella de un producto de repostería que una harina o un cereal; en las fases de transformación se van añadiendo consumos energéticos adicionales y especialmente la incorporación de las fases de envasado y empaquetado, más relevante cuanto más porcentaje en peso y volumen supongan. Eso provoca también lógicamente una reestructuración de los conceptos desde la preponderancia de las emisiones ligadas a la fase agrícola hasta un mayor porcentaje de las fases de envasado y transporte.

En los productos principalmente manejados por las cooperativas una gran parte de la huella se encuentra localizada en la fase agrícola. En vinos, aceites, hortofrutícolas y productos con una transformación no demasiado compleja y, por supuesto, en la producción de materias primas, las principales emisiones están ligadas a la fase agrícola, y en concreto al manejo de la fertilización, por un doble componente, por un lado el coste energético en la producción del fertilizante y por otro en las emisiones de N2O evaporado desde los suelos agrícolas.

En cuanto a la fase industrial, el envasado es fundamental, y no el coste energético del envasado, sino la fabricación del mismo que muchas veces no depende de la empresa, aunque son muchas las iniciativas relacionadas con el ecodiseño. Por lo tanto los esfuerzos más importantes, interesantes también desde el punto de vista económico son las medidas de ahorro y eficiencia energética.

El peso de la distribución final del producto es, por supuesto, relevante pero quizás no tanto como en ocasiones se ha dicho para magnificar los riesgos del sector agroalimentario español por su vocación exportadora. Una vez más, cuanto más eficiente sea el transporte por unidad de alimento transportado menor será su influencia sobre la huella final y en general, muy por debajo de la importancia de la fase agrícola o de transformación.